dimarts, 5 de maig del 2015

Perro

Me siento en la silla del escritorio y comienzo a escribir mientras miro por la ventana. No quedan más que un par de trozos del nido que alguna vez albergó el plumaje del ave color celeste, que marchó hace tiempo. Escucho unos pasos suaves que se dirigen hacia mi y una sombra grisácea toma asiento junto a la silla, en el suelo. Saludo a mi perro con una caricia en la cabeza, que él acepta sin dudar. Vuelvo la vista hacia el horizonte y mi perro hace lo mismo.

Nada.

No hay nada en ese árbol donde el pájaro azul dormía. Echo de menos su suave tacto, pero comienzo a perder la esperanza. Cierro la ventana de la habitación y me tumbo en el sofá. Quiero estar solo, pero el animalillo peludo que me acompaña no se separa de mi lado.

"Gracias"

Hacía tiempo que no me sentía realmente acompañado por alguien y encontrar a ese animal me había alegrado mucho. Abro de nuevo la ventana con la esperanza de que el pájaro azul vuelva y dejo al pequeño perro tumbarse a mi lado, en el sofá. Sonrío. No estoy solo.

Y así, mientras espero el retorno del pajarillo que una vez me cambió, acaricio al can que ha decidido no dejarme solo.

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