dilluns, 8 de juny del 2015

Monocromo

El viento golpea la puerta violentamente. Las ventanas son los tambores de las corrientes de aire. Mi perro continúa tumbado en el suelo del estudio, agotado por todo aquello que ha pasado estos días. Acaricio su cabeza como señal de que todo irá bien y él me mira con ojos cansados. Continúo mientras escuchando el estruendoso ruido que el viento compone con las paredes de mi casa como instrumento y sigo escribiendo mi diario.

Pum!

Algo choca con mi ventana y cae indefenso frente a ella. No sé qué es. No lo veo claramente en la oscuridad de la noche. ¿Eres tú, pájaro azul? Cojo mi capa para resguardarme del frío del que la Luna es soberana y salgo en busca de aquel animalillo herido. Lo localizo y, en efecto, no es el pájaro azul. Simplemente se trata de un ave blanca como la nieve, cosa que me desmotiva...

Entro al estudio con el pequeño animal herido en brazos, inconsciente. Mi fiel compañero se levanta a ver lo sucedido y olisquea al ave. Dejo mi capa junto al escudo que cuelga de mi pared y dejo el pájaro albino (Así lo he llamado) sobre la mesa. Examino sus heridas mientras pienso en el pájaro azul... ¿Podré cuidar de este ave? No quiero que marche y deje el nido vacío frente a mi ventana. No es el pájaro azul... ¿Acaso lo puede ser?

El sonido de las patas de mi perro me devuelve a la realidad... Tengo miedo... Miro su hocico. Lleva un viejo maletín de pintura. No lo entiendo. Abro el maletín y entonces comprendo todo. El azul y el amarillo forman verde, el blanco y el rojo hacen rosa...

¿Y si del blanco hago azul? pienso mientras el animalillo yace en la mesa.

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